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Les Violes du Ciel et de l’Enfer
Marais y Forqueray chocaban en todo. El primero era un artesano con aspiraciones de ascender en la escala social y la clara voluntad de dejar testimonio de su arte. El segundo, un altivo revolucionario de la improvisación, que se jactaba de no haber escrito jamás una nota. Marais se presentaba como el heredero de toda una tradición que había hecho de la viola uno de los instrumentos más nobles de la Francia de su época. Forqueray despreciaba hasta tal punto la letra impresa que si sus piezas han sobrevivido ha sido gracias a su hijo que las publicó póstumamente en 1747. Marais alentaba el espíritu clásico. Forqueray, el del exceso.
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